Una revolución sin precedentes

El acceso al conocimiento se ha democratizado con el avance tecnológico.

Desde los años ochenta del siglo XX estamos asistiendo a una revolución sin precedentes en la gestión y en los medios de acceso al conocimiento. Este fenómeno es comparable o superior al impacto causado por la aparición de la imprenta, o incluso de la propia escritura en tiempos más remotos. La llamada sociedad del conocimiento se asienta principalmente en la aparición del internet como elemento global que permite un acceso igualitario a los contenidos y a la participación en la creación de estos a través del desarrollo de las nuevas tecnologías.

Esta realidad generalmente aceptada en la sociedad ha tenido como una de sus consecuencias más directas y significativas la creación de un nuevo entorno educativo basado en el fácil acceso al conocimiento a través del empleo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Por primera vez en la historia podríamos decir que el alumno y el profesor se encuentran en igualdad de condiciones tanto en el acceso a su particular “biblioteca” como en la posibilidad de creación de contenidos en diferentes soportes.

Sin embargo, la nueva situación lleva a plantear también nuevos desafíos para al alumnado y para el docente. Por un lado, los alumnos deben afrontar la digitalización de las diferentes áreas del conocimiento que han modificado y determinado la forma de vivir y de interactuar, comunicarse, acceder al trabajo aprender y generar nuevo conocimiento . Por otro, el docente debe estar capacitado para guiar al alumnado en su proceso de aprendizaje en el uso correcto y la integración didáctica de los nuevos contenidos, para capacitar al alumno en su recorrido futuro dentro de la llamada “sociedad del conocimiento”. La competencia digital del docente se muestra entonces como indispensable, y supera en extensión y profundidad la mera alfabetización digital ya que engloba otros aspectos como el tecnológico, el informacional, el audiovisual y el comunicativo.

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Competencia Digital en Educación

El análisis de la adquisición de esta competencia y su implicaciones teóricas y prácticas deben pasar primero por una definición del propio término de competencia, que ha sido objeto de amplio debate en la literatura científica. En general, y recogiendo el resumen que realiza Rangel en el artículo ya citado, una competencia está relacionada con las habilidades para utilizar instrumentos mediadores o con el saber hacer en un contexto determinado para conseguir un objetivo. También se puede entender como un repertorio de comportamientos o recursos cognitivos que resultan eficaces o una serie de habilidades específicas o modos de actuar para resolver un para resolver un problema.

En el caso de la competencia digital en educación, existen varias definiciones de los elementos que la conforman. Podríamos resumirlos en la capacidad de aplicar la tecnología para mejorar los procesos de aprendizaje. Sobre esta base se podría hacer una primera diferencia entre las habilidades centradas en la propia tecnología y las que se refieren a su aplicación desde un punto de vista pedagógico (Hernández, 2008). Otros autores han añadido otras competencias que deben estar presentes dentro de la digital, como la actualización profesional, las repercusiones de las TIC en su campo de conocimiento y las actitudinales que comportaría la presencia mantenida de una actitud crítica y abierta ante la sociedad actual y la tecnología.

En su informe de 2008, la UNESCO añadió también la competencia comunicativa, esto es, la capacidad de los docentes para mantener contacto con los alumnos, expertos o colegas para compartir ideas, conocimientos y experiencias que enriquezcan el proceso educativo. La adquisición y mantenimiento de la competencia digital así definida requiere el fomento de una adecuada formación inicial y permanente del profesorado en las diferentes dimensiones de las TIC. Para ello es necesario, por un lado, la toma de conciencia del propio colectivo docente de la perentoria necesidad de formarse en este aspecto, que resulta ya indispensable en el desarrollo del aprendizaje dentro y fuera del aula. Por otro, la realización de un diagnóstico preciso de las necesidades individualizadas de cada centro y docente, bien en formación básica, en profundización del conocimiento o en generación de este.

Tanto para lo uno como para lo otro, es necesaria la creación de herramientas validadas de diagnóstico que nos permitan trabajar con datos precisos sobre los puntos en los que incidir en cada caso y marcar una serie de prioridades a la hora de formar al profesorado para aumentar su eficacia docente y los resultados de aprendizaje a través de las TIC.

También resulta indispensable que el trabajo de los docentes y de los alumnos en la red, su acceso a los contenidos y la propia creación de conocimiento que necesariamente ha de producirse como resultado de esta actividad se realicen en entornos seguros y garantizados por expertos en la materia. Esto implica un mantenimiento técnico a nivel de hardware, pero más específicamente en el campo del software, que prevenga posibles fallos en los sistemas utilizados para la difusión y potenciación del aprendizaje a la vez que garantice una permanente actualización en la información sobre nuevas aplicaciones y recursos en red que puedan ser utilizados. Es evidente que el docente, en cualquier nivel desde la Educación Infantil y Primaria hasta la Universitaria, pasando por la Educación Secundaria, no puede convertirse en todos los casos en un experto en tecnología. Se le debe ofrecer, además de un diagnóstico de sus conocimientos y de su actividad docente real en relación con el empleo de las TIC, un asesoramiento individualizado por parte de los expertos en la materia sobre las estrategias y elementos técnicos más prácticos en cada situación. Para ello se ha de contar con una implicación activa de la administración educativa a todos los niveles y con la colaboración de los equipos directivos de los centros educativos que lideren la implantación de modelos innovadores y creativos para que el alumnado pueda adquirir los conocimientos y las habilidades que le van a ser exigidas en el futuro.

Es evidente que el mundo digital es una realidad de la vida cotidiana tan significativa como las demás y que requiere de una formación previa antes de ser afrontada. Lejos de ser una moda pasajera, alcanza cada vez una mayor relevancia en la educación y en el ámbito profesional. De la buena gestión que hagamos de esta situación dependerá en gran medida el éxito de nuestro sistema educativo.

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